Mecanismos
usados por el Victimador,
Lic. Gabriela Silvana Sosa. Lic.
En Psicología, MN 28.111
Según Jorge Núñez de Arco, para sentirse legitimado
en su accionar, el criminal precisa someterse al proceso de desensibilización y
distorsión cognitiva previas en relación con su víctima.
Respecto de los victimadores participantes del golpe
militar en Argentina, se pudieron haber dado ambos procesos. Durante la
desensibilización se neutraliza la resistencia mortal para sobreponerse a la
prohibición y mediante la distorsión cognitiva, se logra reducir el silencio
del inconsciente del delincuente, legitimar al acto delictivo, negar y
desvalorizar a la víctima; y si ello no es suficiente, se recurre al alcohol
para tomar el coraje necesario.
Desde el momento del secuestro, la víctima era
cosificada por su victimador, perdía todos los derechos, privada de toda
comunicación con el mundo exterior, sometida a suplicios, ignorante de su
destino final. La víctima era absolutamente cosificada, sin embargo conservaba
aún atributos de la criatura humana al sentir sensibilidad en el tormento, la
memoria de sus seres queridos, el recuerdo de sus hijos, o su madre, la vergüenza
por la violación en público, existencia del miedo extremo.
Lo antedicho tiene su
correlato hace siglos atrás, precisamente en el proceso inquisitivo, otro
discurso totalitario o de emergencia como lo son los golpes a los gobiernos
democráticos. En cuanto a las justificaciones de los victimadores de aquellas
épocas podemos citar la referencia bibliográfica más elocuente y representativa
de la Santa Inquisición, el Malleus Maleficarum o Martillo de las Brujas
escrita por Jacob Spranger y Heinrich Krämer en 1487, primer manual que integra
la criminología etiológica respecto de las causas del crimen, sus
manifestaciones, su punición y los signos de los criminales.
Básicamente consideraba
algunas de las cuestiones como el discurso bélico planteando una guerra abierta
de dos sectores, lo que claramente se observa al plantear el golpe como una
guerra de dos bandos.
Abundan en el Malleus,
relatos de acusaciones de pacto directo con Satán, brujería por contagio,
herejía por parte de quienes niegan la capacidad o existencia de brujas, si la
mujer soportaba la tortura era porque el diablo le daba fuerzas para ello, si
se ahorcaba por el dolor, luego de la confesión por tortura, era porque el
diablo la condenaba, si confesaba era de todas maneras quemada y si reía era porque
el diablo se burlaba de los inquisidores. No había salida.
El “contagio de ideas
subversivas” por cercanía o por simple sospecha de una persona con otra,
también era observable desde 1976 en nuestro país.
Las hijas mujeres
tenían fama, conformes el Malleus, de continuar las labores de bruja de sus
madres y así casi toda la prole estaba infectada, destacándose una misoginia
magnífica.
Promovía también, una
línea infinita donde confesión tras confesión la lista de almas a exculpar no
parecía terminar nunca.
El Malleus afirmaba que
los inquisidores eran infalibles, que siempre se aplicaban castigos justos, que
el castigo a niños era justificado porque pagaban también lo hecho por sus
padres, y que los inquisidores se beneficiaban del status de inmunes, dado que
Satán no podía inducirlos a error o tentarlos como al resto, ubicándolos en una
clara posición privilegiada respecto del resto de los mortales.
Esta auto justificación
adjudicándose los entonces victimadores el carácter de infalibles era toda una
técnica de neutralización usada en el proceso inquisitivo.
Mario Arroyo Juárez refirió que para entender el
accionar de los victimadores, es necesario remitirnos a la Teoría de la
Neutralización, la que consiste en la utilización de varias técnicas a fin
de justificar las violaciones a los derechos humanos, a saber,
a) Negación
del daño: indicando que no se quería lastimar a nadie y que las quejas de las
víctimas resultan exageradas.
b) Negación
de la víctima: se le atribuye la responsabilidad del hecho a la víctima.
c) Negación
de la responsabilidad: aunque se reconoce el hecho, se niega la responsabilidad
bajo el argumento de la obediencia, indicando que solamente seguía órdenes.
d) Condena
a los condenadores: consiste en criticar a los acusadores por no ver sus propias
culpas, es usada para proteger la imagen pública de un estado, como “sí, hay
violaciones pero en otros países son peores”.
e)
Apelación a lealtades superiores,
apelando justificar las violaciones a los derechos humanos a las más altas
causas, como la patria, la pureza, libertad, revolución, etc. Como lo
ejemplifica la frase enunciada en la vejez del ex dictador Videla: "Nuestro objetivo (el del 24 de marzo
de 1976) era disciplinar a una sociedad anarquizada. Con respecto al peronismo,
salir de una visión populista, demagógica; con relación a la economía, ir a una
economía de mercado, liberal. Queríamos también disciplinar al sindicalismo y
al capitalismo prebendario".
Una de las testigos
detenida en dependencias de la Fuerza Aérea, refirió que se respiraba un aire
de profundo antisemitismo, que tenían largas listas de personas judías, planos
de sinagogas, de clubes deportivos, comercios donde se desempeñaban
laboralmente, y que referían que el único judío bueno, era el judío muerto,
muchos dibujaban con aerosol cruces esvásticas en las espaldas de los
prisioneros y los maltrataban.
En nuestro país, los
genocidas enjuiciados han reconocido los hechos pero los han justificado
mostrando ausencia de sentimiento de culpa o de una conciencia moral de
remordimiento.
Ahora bien, además de
las racionalizaciones que intentaron justificar los genocidas en sus
testimonios y de las técnicas que el proceso de neutralización implica, existen
mecanismos propios de la vida intrapsíquica que nos arrojan luz sobre estos
comportamientos.
Cuando la ley simbólica
introyectada por las figuras parentales, en tanto límite y posibilidad, no
opera en el sujeto futuro victimador, el semejante no se configura como tal.
Solo a partir de instituir un principio de legalidad basado en la formulación
de la igualdad, se habilita la construcción de un semejante. De lo que se
deriva que si la ley simbólica no opera como principio de interpelación,
tampoco opera la percepción de su transgresión.
Si no hay percepción de
transgresión como se observó en las declaraciones testimoniales de los
victimadores de la masacre, no puede, por ende existir sentimientos de culpa o
remordimientos ni arrepentimiento, simplemente porque no se vivenció haber
hecho daño alguno que amerite tales sentimientos o haber infringido algún daño
injustificado.
Es así que no hay
registro de un límite violado toda vez que el semejante no es percibido como
límite.
En algunos cuadros
psicopatológicos y estructuras de la personalidad basados en la deprivación
afectiva sostenida desde la infancia, donde la introyección de las figuras
parentales en la instancia super yo se produjo de manera deficitaria, se desemboca
en una estructura con predominio a la tendencia antisocial o personalidad de
acción o psicópatas.
Claramente el caso de
los genocidas, tanto los de cuello blanco como los ejecutores de la masacre,
tenían una estructura de la personalidad con predominio de la acción, con un
déficit en la ley parental introyectada, lo que impide la instauración de la
conciencia moral y de culpa ante sus actos.
La conciencia moral es
entendida como la percepción interior de que desestimamos determinadas mociones
de deseo existentes en nosotros; mientras que en la conciencia de culpa, existe
la percepción del juicio adverso interior sobre aquellos actos mediante los
cuales hemos consumado determinadas mociones de deseo.
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