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jueves, 27 de marzo de 2014

Ética, morbo y afines.





Los medios de comunicación son factores determinantes en cuanto a influencia en las investigaciones de delitos se trata, afirmación sustentada en el fenómeno actual del periodismo y la opinión pública presionando sobre el sistema penal y que a modo de ejemplo se pueden nombrar: “el caso cabezas”, “la masacre de Ramallo”, etc. Casos que fundamentan los dos primeros renglones del presente párrafo.[1]

La presión que ejercen los medios hacia la justicia suele ser tan grande que, muchas veces, dudamos de la objetividad con la que se toman ciertas resoluciones judiciales. Los medios de comunicación, hoy en día, tienen un alcance tan amplio que hace que sea prácticamente imposible poder lidiar contra ellos en la investigación de un crimen, ya sea para reservar información como para descartar ciertas hipótesis sobre cómo se llevará a cabo la investigación.

Por otra parte, generan en la sociedad determinadas expectativas por el solo hecho de conseguir una mayor atención de quienes ven o escuchan sus emisiones, o compran sus ediciones, construyendo una imagen pública del delincuente, el que, ciertamente, no sabemos si es efectivamente un delincuente, lo que empeora más aún la situación, como señala Zaffaroni “…se habla al compás de juicios asertivos en tono sentenciador emitidos por los medios masivos de comunicación…”[2].

Al momento de investigar un hecho criminal es primordial la reserva de información que acompaña a la causa que está siendo investigada, que si  bien no está incluida en el procedimiento técnico de la criminalística, (como son por ejemplo la protección del lugar de los hechos; la observación detenida del lugar; la delimitación de la escena del hecho; la recolección de evidencias físicas y el sometimiento de determinadas evidencias al trabajo de laboratorio) debería ser tenida en cuenta dentro de dichos procedimientos técnicos[3]. Reserva que hoy en día es materialmente imposible que sea sostenida, es por eso que el problema planteado sea justamente la relación y su consecuente influencia de los medios de comunicación y las investigaciones criminales.

En la investigación  del delito resulta primordial que sean resguardados diversos acontecimientos, pruebas, testimonios, etc. del conocimiento de la sociedad en general, por un motivo básico que pretende ser la propia investigación y la necesidad de que solo sean los investigadores quienes conozcan el tema, quienes por su parte deben guardar celosamente esa información. Ahora bien, determinadas investigaciones suelen ser hoy en día parte de nuestra vida cotidiana llevadas a nuestros hogares mediante los distintos medios de comunicación, situación que termina en un “círculo vicioso” entre la necesidad de obtener información por parte de la sociedad en su conjunto, sobre hechos delictivos y  la necesidad de los distintos medios de satisfacer dicho requerimiento. Todo esto lo refleja con excelente análisis crítico del Dr. Zaffaroni quien expresa éstas ideas a través de lo que él llama “criminología mediática” y textualmente dice al respecto: “la criminología mediática siempre apela a una creación de la realidad a través de información, subinformación y desinformación en convergencia con prejuicios y creencias, basada en una etiología criminal simplista asentada en causalidad mágica. Aclaramos que lo mágico no es la venganza, sino la especial idea de la causalidad que se usa para canalizarla contra determinados grupos humanos, lo que en términos de la  tesis de Girard los convierte en chivos expiatorios. Ésta característica no cambia, lo que varia mucho es la tecnología comunicacional (desde el púlpito y la plaza hasta la TV y la comunicación electrónica) y los chivos expiatorios. [4]

Tal vez forme parte de un estudio sociológico el conocer los motivos por los cuales la sociedad busca este tipo de información, muchas veces morbosa a simple vista. Pero es cierto que resulta ser de consumo habitual y diario en todos los hogares.

El objetivo primordial debería ser analizar y describir de qué manera influye la información que día a día dan los distintos medios en la propia investigación criminal y de qué manera perjudica o beneficia a los investigadores que se conozcan sus estrategias al conjunto de la sociedad.

Encontramos día tras día en los distintos informativos quienes muchas veces toman parte en las investigaciones, con acceso a  expedientes que en reiteradas oportunidades no pueden ser obtenidas por los propios abogados que representan a las partes del proceso. A modo meramente enunciativo podemos señalar casos de antigua data, tales como “el caso María Soledad Morales”, hasta el más reciente “caso Ángeles” causas que conmocionaron la opinión pública y cuyos datos relevantes fueron obtenidos  inmediatamente por la prensa.

Vemos como periodistas especializados, y no tanto, en temas criminales se convierten en juez y parte de dichas investigaciones, periodistas que por supuesto logran tener llegada a miles de hogares con información que no siempre es la correcta muchas veces por el afán de conseguir un poco mas de “audiencia” transformando cada investigación en una especie de “reality show, dejando de lado la ética periodística.



[1] Zaffaroni, Raúl Eugenio. La palabra de los muertos. Buenos Aires. EDIAR 2010.635 P.
[2] Zaffaroni, Raúl Eugenio. La palabra de los muertos. Buenos Aires. EDIAR 2010.635 P.
[3] Anzit Guerrero. Compendium criminis, criminología, criminalística y victimología. Ed. Lajouane. 152 p.
[4] Zaffaroni, Raúl Eugenio. La palabra de los muertos. Buenos Aires. EDIAR 2010.635 P.

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