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jueves, 13 de marzo de 2014

Desaparición forzada de personas


Reparación mediante políticas públicas y resiliencia,  Por Gabriela Silvana Sosa
Lic. Psicóloga, MP 28.111
 
Según Fabiana Rousseaux, del Programa “Consecuencias Actuales del Terrorismo de Estado en Salud Mental” de la Secretaría de Derechos Humanos de Córdoba, una política pública reparatoria debe concebir a la reparación desde un abordaje psi-jurídico.

Lo que se repara son las consecuencias de una situación que configuró la vulneración de un derecho, debiendo ser la reparación adecuada, excediendo la variable monetaria o pecuniaria del daño causado.

De lo que se trata es de restituir la dignidad de la víctima, vinculándola a lo histórico y en ello interviene el proceso de duelo, trabajando también en la identidad, filiación y memoria.

La palabra desaparecido implica en sí misma la imposibilidad de una ausencia como tal, existe una imposibilidad de la escritura en lo psíquico de tales ausencias, por ello la autora se refiere al neologismo in-ausentes.

En ciertos casos, la posibilidad de dar con los restos de los familiares desaparecidos, gracias al Equipo Argentino de Antropología Forense, permitió a las familias romper con la eternización de la espera, toda vez que al sostener la indeterminación de la muerte, se provoca la ilusión del borramiento de ésta.

El encuentro con los restos óseos se trasformó en un soporte real sobre el cual se puede construir la simbolización de la muerte anudando así los hechos con lo simbólico e imaginario, como los afectos, emociones y los ritos funerarios.

Ello tiene un efecto restitutivo y es fundamental como política reparatoria del Estado, brindar esta posibilidad a los familiares, aunque ello no es posible en todos los casos. En la Antigua Grecia, se hablaba al respecto del derecho a la muerte escrita y del derecho a las lágrimas de los deudos, lo que aludía directamente a saber quién es el muerto y dónde se halla su tumba.

Hay una imposibilidad de traducción de la vivencia al lenguaje, sobre estas experiencias de masacre que son incomprensibles, dejando un efecto imborrable en los cuerpos individuales y en el cuerpo social.

Otorgar valor a la palabra de los sobrevivientes, dignificándola es fundamental en la significación de “lo reparatorio”. Las políticas cobran importancia en lo social ya que sostener, difundir y transmitir la memoria complejiza la concepción histórica de reparación de daños.

Acompañar y proteger, es una función central de estas políticas, habilitando un espacio de confianza para testigos de hechos tremendos y ayudándolos a producir, a partir de su testimonio, un acto en relación a la memoria, verdad y justicia. Asimismo, se deberá velar por impedir que se dé el proceso de victimización secundaria.

Lo antedicho debe acompañarse de un movimiento transformador interno y generador de lo nuevo y saludable en cada víctima de desaparición forzada y en sus familiares también. Para ello es necesario el acompañamiento y trabajo sostenido terapéutico de las víctimas en manos de profesionales de la salud mental especializados en la temática. Nuevamente se apunta entre otras cuestiones a salvaguardar el núcleo saludable en cada uno y en evitar la victimización secundaria y terciaria.

Desde la visión intrapsíquica de la reparación podemos decir que la resiliencia es un concepto de la psicología tratado por autores como Kohut, Rubén y Raquel Zukerfeld, Cyrulnik, etc., para abordar el tema de la capacidad de recuperación de las personas ante las situaciones adversas y traumáticas de la vida.

Se definió la resiliencia como la capacidad humana para enfrentar, sobreponerse y ser fortalecido o transformado por experiencias hostiles.

No se trata solamente de una mejoría de los recursos para enfrentar la adversidad, sino que se trata de una evolución de la vulnerabilidad, es decir que lo traumático active potenciales subjetivos transformadores que impliquen respuestas novedosas ante determinado hecho desagradable o traumático.

Son justamente las situaciones adversas las que producen en el padeciente condiciones subjetivas novedosas que enriquecen sus posibilidades de actuar sobre la realidad y así transformarla.

Un sujeto resiliente es quien puede crear un nuevo sentido a su vida apelando a un potencial salutógeno mediante componentes que brindan bienestar sin resultar una sobre – adaptación inconducente a las nuevas situaciones.

Para hablar de desarrollo resiliente se deben dar dos condiciones infaltables:

a)      La existencia de la adversidad que corresponde definirla en su eficacia traumática, de lo que se desprende que las situaciones estresantes o meras “pruebas de la vida” no constituyen elemento suficiente para definir el desarrollo resiliente.

b)      Una evolución con característica de transformación que implique comportamientos que brinden bienestar. Cuando se esperan manifestaciones clínicas de la vulnerabilidad y éstas no se producen o lo hacen solo parcialmente.

 Asimismo, la subjetividad resiliente es aquella que jerarquiza el valor de los vínculos afectivos a tal punto que los mismos se transforman en “tutor” del resiliente, el que se define como: alguien, una persona, un lugar, un acontecimiento que provoca un renacer en el desarrollo psicológico tras el trauma. Es decir, que el “tutor” es para el resiliente, aquel que brinda amor incondicional y que corrige un desarrollo determinado.

La confianza en el otro incrementa la autoconfianza, una persona que sufrió un trauma, a cualquier edad, que siente confianza en otra persona o figura de apego, va a estar disponible y receptiva y en caso de necesidad, probablemente se sienta relajada y tenga recursos para que le vaya bien en la vida; al contrario, quien está preocupado por sus vínculos, no funcionará de manera óptima. Por lo cual, en estas situaciones, el apoyo social es central.

En conclusión, el desarrollo resiliente frente a la adversidad consiste en una metamorfosis subjetiva, producto de la activación de un potencial que sirve para la creación de condiciones psíquicas nuevas, que transforman el efecto traumático con la imprescindible  existencia de vínculos intersubjetivos.

Resulta importante el rol de los círculos sociales o redes vinculares entendidos como entramados de objetos internos y personas tangibles de las cuales el sujeto resiliente obtiene apoyos y rechazos que resultan en grados de sostén variables, asociados también a distintos modelos y enunciados identificatorios.

Para modificar el horror es necesario crear espacios donde se exprese la emoción, donde se pueda esbozar la angustia, ponerla en escena, convertirla en relato o en reivindicación militante.

Está claro el valor del relato y de los vínculos sociales en el desarrollo resiliente, lo que se concatena con otros dos conceptos, los de la metamorfosis y el oxímoron.

La noción de metamorfosis o transformación también puede ser pensada en relación a la posibilidad de fluidez de los procesos psíquicos en contraposición con las cristalizaciones patológicas, lo que es correlativo a las modernas concepciones neurocientíficas de plasticidad neuronal.

El oxímoron, por su parte, es una figura retórica, de la lingüística, muy utilizada en la poesía, que consiste en unir dos términos antinómicos como “negra nieve” o “maravilla del dolor”, y que permite expresar una coexistencia o antítesis sin que ello implique necesariamente ambivalencia.

Este término es usado a fin de revelar el contraste de aquel que al recibir un gran golpe, se adapta dividiéndose. La figura del oxímoron alude entonces a la condición humana estructural llamada escisión (concepto acuñado por S. Freud), la que configura mucho más que un mero mecanismo defensivo, sino también una cualidad propia de lo humano.
 
 
 

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