Reparación
mediante políticas públicas y resiliencia, Por Gabriela Silvana Sosa
Lic. Psicóloga,
MP 28.111
Según Fabiana Rousseaux,
del Programa “Consecuencias Actuales del Terrorismo de Estado en Salud Mental”
de la Secretaría de Derechos Humanos de Córdoba, una política pública
reparatoria debe concebir a la reparación desde un abordaje psi-jurídico.
Lo que se repara son
las consecuencias de una situación que configuró la vulneración de un derecho,
debiendo ser la reparación adecuada, excediendo la variable monetaria o
pecuniaria del daño causado.
De lo que se trata es
de restituir la dignidad de la víctima, vinculándola a lo histórico y en ello
interviene el proceso de duelo, trabajando también en la identidad, filiación y
memoria.
La palabra desaparecido
implica en sí misma la imposibilidad de una ausencia como tal, existe una
imposibilidad de la escritura en lo psíquico de tales ausencias, por ello la
autora se refiere al neologismo in-ausentes.
En ciertos casos, la
posibilidad de dar con los restos de los familiares desaparecidos, gracias al
Equipo Argentino de Antropología Forense, permitió a las familias romper con la
eternización de la espera, toda vez que al sostener la indeterminación de la
muerte, se provoca la ilusión del borramiento de ésta.
El encuentro con los
restos óseos se trasformó en un soporte real sobre el cual se puede construir
la simbolización de la muerte anudando así los hechos con lo simbólico e
imaginario, como los afectos, emociones y los ritos funerarios.
Ello tiene un efecto
restitutivo y es fundamental como política reparatoria del Estado, brindar esta
posibilidad a los familiares, aunque ello no es posible en todos los casos. En
la Antigua Grecia, se hablaba al respecto del derecho a la muerte escrita y del
derecho a las lágrimas de los deudos, lo que aludía directamente a saber quién
es el muerto y dónde se halla su tumba.
Hay una imposibilidad
de traducción de la vivencia al lenguaje, sobre estas experiencias de masacre
que son incomprensibles, dejando un efecto imborrable en los cuerpos
individuales y en el cuerpo social.
Otorgar valor a la
palabra de los sobrevivientes, dignificándola es fundamental en la
significación de “lo reparatorio”. Las políticas cobran importancia en lo
social ya que sostener, difundir y transmitir la memoria complejiza la
concepción histórica de reparación de daños.
Acompañar y proteger,
es una función central de estas políticas, habilitando un espacio de confianza
para testigos de hechos tremendos y ayudándolos a producir, a partir de su
testimonio, un acto en relación a la memoria, verdad y justicia. Asimismo, se
deberá velar por impedir que se dé el proceso de victimización secundaria.
Lo antedicho debe
acompañarse de un movimiento transformador interno y generador de lo nuevo y
saludable en cada víctima de desaparición forzada y en sus familiares también.
Para ello es necesario el acompañamiento y trabajo sostenido terapéutico de las
víctimas en manos de profesionales de la salud mental especializados en la
temática. Nuevamente se apunta entre otras cuestiones a salvaguardar el núcleo
saludable en cada uno y en evitar la victimización secundaria y terciaria.
Desde la visión intrapsíquica
de la reparación podemos decir que la resiliencia
es un concepto de la psicología tratado por autores como Kohut, Rubén y Raquel
Zukerfeld, Cyrulnik, etc., para abordar el tema de la capacidad de recuperación
de las personas ante las situaciones adversas y traumáticas de la vida.
Se definió la
resiliencia como la capacidad humana para enfrentar, sobreponerse y ser
fortalecido o transformado por experiencias hostiles.
No se trata solamente
de una mejoría de los recursos para enfrentar la adversidad, sino que se trata
de una evolución de la vulnerabilidad, es decir que lo traumático active
potenciales subjetivos transformadores que impliquen respuestas novedosas ante
determinado hecho desagradable o traumático.
Son justamente las
situaciones adversas las que producen en el padeciente condiciones subjetivas
novedosas que enriquecen sus posibilidades de actuar sobre la realidad y así
transformarla.
Un sujeto resiliente es
quien puede crear un nuevo sentido a su vida apelando a un potencial salutógeno
mediante componentes que brindan bienestar sin resultar una sobre – adaptación
inconducente a las nuevas situaciones.
Para hablar de
desarrollo resiliente se deben dar dos condiciones infaltables:
a)
La existencia de la adversidad que
corresponde definirla en su eficacia traumática, de lo que se desprende que las
situaciones estresantes o meras “pruebas de la vida” no constituyen elemento
suficiente para definir el desarrollo resiliente.
b)
Una evolución con característica de
transformación que implique comportamientos que brinden bienestar. Cuando se
esperan manifestaciones clínicas de la vulnerabilidad y éstas no se producen o
lo hacen solo parcialmente.
Asimismo, la subjetividad resiliente es
aquella que jerarquiza el valor de los vínculos afectivos a tal punto que los
mismos se transforman en “tutor” del resiliente, el que se define como:
alguien, una persona, un lugar, un acontecimiento que provoca un renacer en el
desarrollo psicológico tras el trauma. Es decir, que el “tutor” es para el
resiliente, aquel que brinda amor incondicional y que corrige un desarrollo
determinado.
La confianza en el otro
incrementa la autoconfianza, una persona que sufrió un trauma, a cualquier
edad, que siente confianza en otra persona o figura de apego, va a estar
disponible y receptiva y en caso de necesidad, probablemente se sienta relajada
y tenga recursos para que le vaya bien en la vida; al contrario, quien está
preocupado por sus vínculos, no funcionará de manera óptima. Por lo cual, en
estas situaciones, el apoyo social es central.
En conclusión, el
desarrollo resiliente frente a la adversidad consiste en una metamorfosis
subjetiva, producto de la activación de un potencial que sirve para la creación
de condiciones psíquicas nuevas, que transforman el efecto traumático con la
imprescindible existencia de vínculos
intersubjetivos.
Resulta importante el
rol de los círculos sociales o redes vinculares entendidos como entramados de
objetos internos y personas tangibles de las cuales el sujeto resiliente
obtiene apoyos y rechazos que resultan en grados de sostén variables, asociados
también a distintos modelos y enunciados identificatorios.
Para modificar el
horror es necesario crear espacios donde se exprese la emoción, donde se pueda
esbozar la angustia, ponerla en escena, convertirla en relato o en
reivindicación militante.
Está claro el valor del
relato y de los vínculos sociales en el desarrollo resiliente, lo que se
concatena con otros dos conceptos, los de la metamorfosis y el oxímoron.
La noción de
metamorfosis o transformación también puede ser pensada en relación a la
posibilidad de fluidez de los procesos psíquicos en contraposición con las
cristalizaciones patológicas, lo que es correlativo a las modernas concepciones
neurocientíficas de plasticidad neuronal.
El oxímoron, por su
parte, es una figura retórica, de la lingüística, muy utilizada en la poesía,
que consiste en unir dos términos antinómicos como “negra nieve” o “maravilla
del dolor”, y que permite expresar una coexistencia o antítesis sin que ello
implique necesariamente ambivalencia.
Este término es usado a
fin de revelar el contraste de aquel que al recibir un gran golpe, se adapta
dividiéndose. La figura del oxímoron alude entonces a la condición humana
estructural llamada escisión (concepto acuñado por S. Freud), la que configura
mucho más que un mero mecanismo defensivo, sino también una cualidad propia de
lo humano.
EXCELENTE
ResponderEliminar