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viernes, 21 de febrero de 2014

Derechos humanos invisibles. Baldeando las veredas.

Entre tantas violaciones a los derechos humanos que vemos a diario, nos encontramos con que solo salen a relucir aquellas que son evidentes, que por su magnitud  no pueden "taparse" o esconderse.

Por lo general la aguas se dividen en  aquellas a las que los medios de comunicación deciden prestarle singular atención. Podemos citar como ejemplo que - hemos tenido casos de violencia contra aborígenes- datan desde la llamada "colonización" y subsisten hasta el día de hoy, simplemente ocurren en el norte o en el sur de nuestro país, y eso no genera mucho rating televisivo, o importancia mediática alguna, al menos que haya alguna persona pública involucrada, lo que si logrará nuestra atención pero al solo efecto de ir contra esa persona y hasta que otra noticia nos haga olvidarla.

Me pareció oportuno denominarlos "derechos humanos invisibles". No están, no se ven, no se necesitan, no son consideradas personas, no tienen acceso a reclamar, entonces ¿para qué nos vamos a ocupar de ellos?.

Esa parece ser la posición, a mí entender, en la que también se encuentran los detenidos en las cárceles argentinas, aunque toque algunas fibras íntimas de quienes tienen diferentes posturas y no solamente en materia de derechos humanos, sino más bien ideológicas. Pero dejando de lado las subjetividades y tratando de ser al menos coherente podremos abordar el tema de una manera lógica.

El pasado 22 de diciembre en la cárcel de Rawson falleció un interno "ahorcado" en su celda, luego que el PROCUVIN detectatara malos tratos, violaciones y vejaciones de todo tipo hacía el interno.

El 13 de febrero pasado falleció otro interno, esta vez por quemaduras, en el hospital de Trelew, nosocomio al que fue trasladado después de que se "prendiera fuego". Este último reclamaba hacer una llamada a su madre a quien le habían diagnosticado cáncer, pedido que si bien le habían prometido, no había sido cumplido.

Ahora bien, metiéndonos un poco en el régimen carcelario, son de público conocimiento los malos tratos, las vejaciones, golpes, castigos infundados, celdas de aislamientos (Buzones) donde son depositados como muebles, sin alimentos, agua, baños, etc. si lo pensamos un segundo, reclamamos para  cualquier animal mejores condiciones.

Los dos casos anteriormente descriptos sirven solamente como ejemplos de la situación carcelaria argentina. Pero los presos no votan,(los condenados) no sirven, hicieron el mal y como tal deben pagarlo (aún con un mal peor del que han cometido en muchos casos). Dejan de existir desde el momento en que traspasan las puertas de un establecimiento carcelario.

Entonces ¿qué hacemos? ¿justificamos todo en base al delito cometido, como en antiguas épocas? ¿aplicamos la ley del talión?. O tratamos de cumplir ese artículo perdido de la Constitución Nacional que dice algo sobre cárceles sanas y limpias y si no recuerdo mal también leí por ahí la palabra "resociablización", pero déjenme chequear, quizás leí mal.

Los derechos humanos invisibles son justamente esos que no se ven, pero no solamente no se ven, no existen, no se aplican, para transformarse en derechos inhumanos.

Que un preso se mate por no poder realizar una llamada telefónica suena a un dato frío, exagerado y fuera de cualquier análisis. Ahora, realmente creemos que ese fue el único y exclusivo motivo de su muerte? una mañana se levanta, se higieniza, desayuna, pide el telefono, no se lo dan y se mata.

No, seguramente  no fue así. Está de más explicar.

Abierto a cualquier tipo de comentarios, por supuesto que también de aquellos que piensan que "el que mata tiene que morir" pienso si no será entonces, necesaria una reforma constitucional y aplicar inyecciones letales como en U.S.A, por ejemplo. Será entonces una forma de sacarnos el problema de encima y no seguir incumpliendo nuestra Constitución Nacional. O quizás, podemos mudarnos de país.

Estimados, estos presos (incluyo los procesados y condenados) conviven en condiciones infrahumanas, de hacinamiento, sin acceso a necesidades básicas muchas veces, como un baño, una cama, un colchón, pero nos rasgamos las vestiduras cuando alguno intenta escapar, cuando se producen motines.

¿Que reclaman estos tipos? con lo que hicieron encima quieren aire acondicionado? (comentario de dos señoras baldeando la vereda).

Entonces tenemos dos opciones: Baldeamos las veredas y decidimos el futuro de nuestro país, o nos proponemos un debate serio sobre superpoblación carcelaria, derechos humanos, tratos dignos, resociabilización, reinserción y reintegración de los reclusos (algún sabio solía llamarlas las tres "R").










1 comentario:

  1. El problema es quién en este país puede tomar en la mano la bandera reformista del servicio penitenciario argentino. Cada preso genera intereses políticos y económicos; es una industria bastante aceitada de la cual no tenemos conciencia. Me parece interesante tu planteo, pero en cierto aspecto imposible. Siempre vas a tener de un lado a la “sra que baldea la vereda” y al político que usa como arma de propaganda. Entonces miremos para otro lado. De esta forma no nos damos cuenta que muchos de esos presos en algún momento van a salir de la cárcel llenos de rencor. Y ahí es cuando tenemos el problema en la cara.

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